Hoy es día de visita en la cárcel de
La mayoría ha preparado desde el día anterior lo que llevará y hoy se ha levantado temprano para dejar listo el almuerzo de sus otros hijos que probablemente van a la escuela o a sus trabajos. Tienen que salir temprano para conseguir transporte y llegar a tiempo, porque saben que lo que llevan es indispensable para la sobrevivencia de su familiar en la cárcel. Casi todas se ven arregladas, con sus bocas pintadas y perfumadas, son la esperanza, la sonrisa del mundo, la casa que espera con los brazos abiertos para aquellos que se encuentran tras las rejas. Ellas se dejan requisar como cada semana, solo con el aliciente de la sonrisa de sus seres queridos.
Se abren las puertas, ya algunas personas han comenzado a ingresar al penal cuando de pronto, se oyen unos disparos en el interior de la prisión y queda suspendida, como es de esperarse, la visita. Las mujeres se desesperan ante la continuidad de los disparos y la poca información que reciben de los guardias de seguridad de la cárcel, quienes ante la angustia de éstas, las maltratan para alejarlas de las puertas de acceso. Se oyen los gritos y el llanto de las mujeres ante la incertidumbre de saber si sus hijos, padres o esposos están sanos y salvos. Se tienen noticias de que una persona que estaba en la visita ha salido herida en la balacera, solo rumores, la información es confusa por parte de los funcionarios y la angustia sigue creciendo.
Las mujeres hablan ante las cámaras de televisión y denuncian sin miedo algo que todos sabemos pero que no parece importarles a quienes tienen responsabilidad en la materia, y es que los presos están armados, pero como dice una de las mujeres, “¿Quién lleva las armas?, no pueden decir que somos nosotras porque a nosotras nos desnudan y nos revisan todo para poder entrar, y ahí ellos tienen hasta metralletas”. Otra mujer dice que “ la guardia propicia los enfrentamientos para así disminuir la población carcelaria ya que no caben en el penal, otra se queja “del dinero que tienen que pagar para mantener con vida, para que no los violen o simplemente para que no les quiten la comida a sus familiares presos”. También se quejan de retardo procesal. El hijo de una de las señoras tiene casi dos años detenido y no ha sido enjuiciado, ni siquiera ha podido presentarse al juzgado porque no lo llevan a las presentaciones.
Veo las imágenes y solo veo mujeres desvalidas, veo rostros hace unas horas esperanzados, ahora cubiertos de angustia y desesperación. Pienso cuan solas están las mujeres en éste país, abandonadas por sus padres, por sus maridos, por el Estado que no le garantiza a sus hijos la permanencia en el sistema educativo, empleo o simplemente seguridad dentro de sus comunidades. Recuerdo las imágenes de esas mujeres a las afueras de la morgue reclamando los cuerpos sin vida de sus familiares, que se cuentan por cientos cada mes y los de las parturientas que son a veces ruleteadas por la ciudad en busca de un hospital que cuente con los insumos y las camas disponibles para poderlas atender. Pero a la vez me vienen a la mente los rostros de quienes manejan la justicia y deberían velar por los derechos en el país y veo también rostros de mujeres; Tribunal Supremo de Justicia, Luisa Estela Morales; Fiscalía General de
Cómo puede alguien decir que le importa el país, si no le importa el llanto de esas mujeres, cómo pueden después de once años de gobierno sin hacer nada al respecto hablarnos de que éste es un gobierno para los desposeídos, un gobierno donde al fin los pobres existen y son tomados en cuenta.
Si los gobiernos anteriores se habían olvidado del pueblo, éste, los ha olvidado más que nadie y lo que es imperdonable, es que usa sus debilidades, sus resentimientos y sus carencias para favorecerse, sin que esto se convierta en reivindicaciones reales y a largo plazo para ellos.
Si bien es cierto que muchos de los reclusos son culpables de delitos muy graves no es menos cierto que también caen muchachos cuyas faltas no lo son tanto, o no son reincidentes en el hecho delictivo, pero que después de haber pasado por esos antros de barbarie, las posibilidades de reinserción en la sociedad son menores. Si estar preso es en sí algo horrible, estarlo en una cárcel cuyas instalaciones no sirven y parece que se están cayendo a pedazos sobre los reclusos, donde el hacinamiento es inhumano, donde los presos preparan sus alimentos dentro de las celdas, solo se compararía a pasar una temporada en el infierno.
Al final, la jornada terminó con 17 muertes que pasaran a engrosar la lista de muertes violentas que se cuentan por cientos cada mes, sin que nadie “del gobierno” se escandalice por ello.
María Gabriela Blonval.